En Inazuma, el Decreto de captura de Visiones es la manifestación de la voluntad de la Shogun Raiden en su búsqueda de la eternidad. Sara es la fuerza principal detrás de dicho decreto.
Para ella, si se deja el poder de las Visiones en manos de personas con malas intenciones, los cimientos de Inazuma se desestabilizarían.
Eso no significa que Sara ejecute el decreto sin escrúpulos.
A aquellos ciudadanos que han sido afectados por daños colaterales, intenta persuadirlos explicándoles los grandes planes de la todopoderosa Shogun.
Además, también prohibió que los oficiales abusen de su poder y se aprovechen de los civiles en nombre de la autoridad, pues Sara considera que la corrupción socavaría el prestigio de la Arconte.
Es una pena que la gente común y corriente no pueda comprender la gran visión de la divinidad, llegando a resentirla e incluso unirse en oposición a los ejecutores del decreto.
Al llegar a este escenario, Kujou Sara no puede quedarse de brazos cruzados, por lo que simplemente suspira antes de enfrentarse a sus enemigos.
Si el shogunato ha podido subsistir y unir la voluntad del pueblo bajo su poder, ha sido en gran medida gracias al liderazgo de Kujou Sara.
Ya sea en el reconocimiento del campo de batalla, la elaboración del plan de entrenamiento o la selección de armas y armaduras, Sara está acostumbrada a tomar las decisiones personalmente.
Durante el entrenamiento diario es muy exigente consigo misma, llegando a superar con creces la rutina de un soldado común. Incluso a altas horas de la noche se puede escuchar en el gimnasio el silbido de su arco al estirarlo.
En batalla, es la primera en saltar en medio de la refriega, liderando a su gente grácil e imponentemente.
Cuando el polvo de la batalla finalmente se disipa, ella misma atiende a los heridos, da crédito a los valientes y reprende a los cobardes. Sara cumple con cada una de sus tareas a conciencia para evitar errores.
Cada una de sus palabras y acciones están bajo el escrutinio de los soldados. Y es que todos aquellos que han peleado hombro con hombro con ella la tienen en alta estima.
Ser general es ser el espíritu de la tropa, y como tal, es difícil encontrar un buen general. Una general tan consumada como Sara es el orgullo del ejército del shogunato.
Incluso fuera del entrenamiento, Sara se conduce con la misma severidad en su vida diaria.
Es como si su vida estuviera regida por una monotonía eterna. Todos los días se levanta a una hora específica, entrena a una hora específica y come a una hora específica...
Para lo general, como la rutina de entrenamiento, hasta lo específico, como su dieta alimenticia, Sara tiene su punto de vista particular, y sigue al pie de la letra los estándares más estrictos.
"Cada tarea debe ser clasificada, cada utensilio debe estar perfectamente alineado. No debe quedar partícula alguna de polvo en las esquinas, y el piso debe estar inmaculado".
Esas son las reglas que Sara se impone a sí misma para el mantenimiento de la sala de estar.
Se consagra a cada una de estas tareas personalmente, sin solicitar la ayuda de las criadas.
Naturalmente, ellas no se pueden quedar de brazos cruzados, así que, cada vez que la ven, tienen que convencer a la señorita Sara de que deje el paño y que les confíe los quehaceres del hogar.
Tras varias negativas, Sara termina por hacer la limpieza a puertas cerradas, dejando en la puerta una tira de papel que dice:
"Entrenamiento en curso. Por favor, no molestar".
A pesar de que Sara ha convivido entre los humanos desde su infancia, aún conserva algunos hábitos de los tengu. En las raras ocasiones en las que deja la Oficina de la Comisión Kanjou, suele dirigirse a las montañas.
Ha recorrido cada camino de ellas, así que conoce la topografía de las cordilleras como la palma de su mano. Incluso ha visto varias de las criaturas de las que los humanos hablan en sus leyendas.
Entre ellas se encuentran demonios crueles y espíritus bondadosos. Pero, para Sara, solo son diferentes en su apariencia.
Hubo un tiempo en el que la Oficina de la Comisión Kanjou recibía con frecuencia informes de crímenes sin resolver. Durante sus andanzas por el bosque, Sara encontró algo extraño. Pronto descubrió a un tanuki que llevaba a cuestas un botín mientras huía con prisa.
Los tanuki no son criaturas malvadas, y solo llegan a robar cuando el hambre así lo exige.
Entonces Sara lo atrapó y devolvió los objetos robados. Siendo una persona de pocas palabras, le advirtió al tanuki:
"No escaparás de tu castigo escondiéndote en el bosque. Esta es mi última advertencia. No vuelvas a ocasionar problemas a los humanos, de lo contrario...".
El tanuki tenía tanto miedo que no dijo ni una palabra, y solo asintió con la cabeza, tembloroso. Desde entonces, siguió las reglas al pie de la letra y nunca más volvió a cometer fechorías.
Por su lado, cada vez que Sara sale de excursión a la montaña, lleva frutos consigo y los deja en las guaridas de los tanuki.
Aun así, no pueden considerarse como un obsequio, sino como una forma de consuelo para alguien que ha reconocido sus errores.
Sara ha entrenado con las tropas del shogunato desde que fue adoptada. Por un tiempo, los oficiales tomaron a Sara por un niño, la enviaron a entrenamiento desde temprana edad y cuidaron de ella.
Al principio le atemorizaban las multitudes, pero con el cuidado de las personas que la rodeaban, se volvió cada vez más audaz, e incluso se atrevía a jugar rudamente con los demás.
Sin embargo, mientras los soldados que armaban un alboroto con ella eran severamente castigados por el jefe del clan, ella solo recibía una fría reprimenda.
"No sigues las reglas y te niegas a aprender... si te adopté, no fue para que te dedicaras a cosas tan triviales".
A partir de entonces, Sara procuró mantener la distancia con las demás personas. En lugar de mezclarse con la gente, optó por perfeccionar sus técnicas de combate. Consciente de que sería la sucesora del líder, fue cada vez más exigente consigo misma.
"Debo ser la mano derecha de la Shogun, el modelo a seguir de la Comisión Tenryou, el orgullo del líder del clan".
Estas son tres caras de Sara que luchan entre sí, sin que una prime sobre las demás. Pero para ella, esta es su identidad: una general que debe mantener la calma y la seriedad bajo cualquier circunstancia.
Nadie le ha sugerido que debería pensar más en sí misma, pero tampoco parece preocuparle demasiado.
Además de su identidad y su propósito, las restricciones de ser una hija adoptiva y un ser distinto a los demás la han aislado.
Sin embargo, darse por vencida ante tales nimiedades es sinónimo de debilidad. En el caso de Kujou Sara, no permite que algo así la detenga. Es la devota más fiel de la Arconte Electro, así como la líder más lúcida.
Muchos establecimientos venden artesanías relacionadas con la Shogun Raiden como una expresión de su devoción y afecto.
De todos ellos, sin duda el artículo más popular es la figurilla de laca hecha a la imagen de Su Excelencia, la todopoderosa Narukami.
El mismo día en que el producto fue lanzado, Kujou Sara se levantó temprano para ser la primera en la fila.
Este incidente se volvió el tema de conversación de todos.
Sin embargo, Sara no le prestó mucha importancia. Para ella, la razón de su compra fue estrictamente una expresión de su estima por la Shogun.
Y es que, en asuntos relacionados con la Shogun, ella procede con la mayor diligencia y sin chistar. Ella misma fue, compró los artículos y preparó un altar para su adecuada preservación.
Cada una de las cinco figurillas de Su Excelencia, la todopoderosa Narukami, cuenta con un mostrador hecho a la medida, los cuales limpia personalmente. Si está demasiado ocupada, encarga el mantenimiento de las estatuillas a un artesano....
Debido a que mezcla los asuntos oficiales con su vida privada, Sara cuenta con pocas amistades realmente cercanas. Sin embargo, para ella, la Shogun Raiden no solo es una divinidad, sino que también es su objeto de devoción.
La Shogun es su voluntad, su ambición y su fuente de poder, incluso es una señal del destino. Es el receptáculo en donde vierte toda su devoción, y su mayor objetivo es ganarse su reconocimiento y confianza.
La figurilla refinada le hace sentir que la Shogun no está en el inalcanzable Tenshukaku, y más bien es la sabiduría, voluntad y tenacidad que le da fuerzas para seguir adelante a cada instante.
Para ella, estos momentos de calma son difíciles de poner en palabras.
Kujou Sara obtuvo su Visión antes que su nombre.
Ella solía vivir en el bosque de una montaña. En algún momento, unos espíritus malignos desolaron el bosque, y la paz nunca volvió.
A pesar de que poseía la fuerza de una tengu, siendo una niña no tenía posibilidades de hacer frente a aquellos monstruos. En medio de la batalla, sus alas sufrieron heridas y cayó desde la cima de un precipicio.
Incapaz de desplegar las alas, y solo podía ver cómo caía hacia su fin.
"¡No puede ser! Creí que podría defender el bosque por siempre con mis fuerzas...".
Al día siguiente, al despuntar el alba, unos aldeanos que pasaban por la montaña la vieron yaciendo a un lado del camino. La niña estaba inconsciente, pero no tenía heridas, por lo que desconocían cómo había llegado hasta ahí.
Extrañados, los aldeanos la llevaron de vuelta a la ciudad y se la entregaron a la Comisión Tenryou.
Kujou Takayuki, el líder del clan Kujou, se dio cuenta inmediatamente de que esa cosa brillante que la niña tenía en las manos era nada menos que una Visión.
Que los dioses se fijaran en alguien tan joven como ella... Para Kujou Takayuki, aquello era un regalo del destino para la Comisión Tenryou.
Así pues, adoptó a la pequeña, le dio el nombre de "Sara", la formó para que se convirtiera en una poderosa guerrera y le pidió que sirviera a la Shogun y luchara por Inazuma.
Kujou Takayuki pensó que, si podía convertirla en una famosa general, la gente tendría una buena imagen del clan Kujou. De hecho, todo se desarrolló tal y como lo planeó.
Con el poder de su Visión, la joven Sara demostró su gran talento y, cumpliendo con las expectativas de todos, se convirtió en la general de la Comisión Tenryou.
Puesto que poseía una Visión, Sara tenía muy claro que, si consiguió salir ilesa de aquella caída en la montaña, fue gracias a que los dioses la estaban observando en ese momento.
Con una sola mirada, le otorgaron poder para toda una vida. Se podría decir que todo lo que tenía era gracias a la misericordia de la Shogun.
Luchar por la Shogun...
Para Sara, eso no era una orden, no era el plan de su padre adoptivo, sino algo que ella quería hacer realmente.
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